martes, 17 de noviembre de 2015

Las dos Ciudades



El anciano Milciades, como todas las tardes cruzo las piernas en loto y se sentó a la orilla del camino...

Allí era el sitio de encuentro de varios pobladores de las veredas cercanas, para escuchar las perlas de sabiduría que él, siempre compartía con los presentes...

Aún no había comenzado el relato del día cuando en el horizonte aparece un viajero; su rostro reflejaba cansancio y un aire de mal humor...



El viajero hecho una mirada a todos los presentes; y se detuvo frente al anciano y le pregunto:
  • ¿Cómo son las personas de este pueblo?

El viejo Milciades con la sonrisa que siempre le caracteriza, saludo al viajero y al instante le contesto con otra pregunta:
  • ¿Cómo son las personas del pueblo donde vienes?
El rostro del viajero se enrojeció aún más, frunció el ceño y contesto a todo pulmón:
  • Terribles, mentiroso, miserables, aprovechados...  no se puede confiar en ellos.  Menos mal salí de allí y no pienso volver más...
El anciano inamovible como los robles, continuo contagiando el ambiente con su sonrisa... y le contesto al viajero:
  • ¡Caramba!  Tendrás que continuar el viaje...  las personas de este pueblo son iguales a las de donde vienes, y no veo vientos de cambio.

Apenas había partido el viajero, cuando aparece otro.  Muy amablemente saludo a todos y  le pregunto al anciano:
  • ¿Cómo son las personas de este pueblo?
Milciades dejo de reír, para el asombro de todos los presentes...  pero su rostro no dejo reflejar amor y al instante le pregunto al viajero:
  • ¿Cómo son las personas del pueblo de donde vienes?
La sonrisa del viajero se ancho un poco más, hasta donde la boca se lo permitió y con una voz suave y melodiosa le dijo a todos los presentes:
  • Son las personas más maravillosas que he conocido... pacificas, felices y amorosas... espero volver pronto.
El anciano sonrió de nuevo y le dijo:
  • Estas en el lugar correcto, aquí encontraras las mismas personas; y con la misma capacidad para servirte...

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